martes, 28 de octubre de 2008

Javier

Mis pestañas rozan con el ojo de la cerradura, creo que me acerqué demasiado pero necesito observar mejor lo que sucede en el cuarto; el armario es un buen sitio para ocultarse. Desde que muy pequeño siempre me había gustado jugar en el cuarto de mi hermano Juan, su armario era grande y lleno de trebejos que se convertían en mis naves espaciales, criaturas extrañas y doncellas por rescatar, además también me gustaba el olor a hierba… más tarde descubrí que era marihuana.

Pero hoy es una excepción, ya no soy un niño, mucho menos me gusta jugar allí… el hecho es que esta semana se queda en casa una amiga de él, según ellos no son novios pero he visto como bajo la mesa ella toca con la punta de su pie los genitales de Juan, como acaricia su miembro mientras se pone erecto debajo del mantel y ella baja una mano y corre un poco su tanga para meter sus dedos en la vagina. A mi la escena realmente me excita, imagino a Ana con sus delicadas manos pintadas estilo francés agarrar mi pene y masajearlo, su rosada boca formar una “O” del tamaño suficiente para que mi prepucio quede aprisionado en su calidez y su larga lengua se deslice por cada comisura de este.

Ana sabe que estoy aquí, ayer me descubrió; aunque parece que le excita que la vea… de cuando en cuando lanza una mirada a la cerradura y sonríe mientras sentada sobre mi hermano sube y baja introduciéndose su verga una y otra vez y diciendo palabras sucias al oído de él. Mí mano dentro del pantalón no para de moverse arriba y abajo mientras siento cada vez más calor, unas cosquillas suaves se apoderan de mi miembro… trato de aguantarme pero Ana cada vez más excitada logra venirse dando un grito y estremeciéndose; no logro contenerme, muerdo mis labios para evitar hacer ruido y el semen queda en mi mano.

Juan va a ducharse… salgo silenciosamente con cara de complicidad, una mano empuñada escondiendo el líquido viscoso y la otra tapando la erección que aun tengo… una mirada directa a los ojos y ella viene a mi, abre la mano y la lame, mientras sube una pierna y con sus manos introduce mi pene en ella siento que voy a estallar; esta cálida, húmeda, deliciosa… no pienso en nada más que poseerla, mientras Juan esta duchándose… yo me tiro con tal descaro su novia… beso los senos, toco su piel, apretó las nalgas, entro y salgo a mi antojo, cada vez más duro. No tardo mucho en llegar… ella se contiene los gritos qué antes dejo escapar y yo la apretó fuerte del cabello dando mi última entrada dura y bruscamente mientras siento como me vengo… me separo de ella y salgo de allí, mientras camino por el pasillo oigo a mi hermano salir del baño.

jueves, 16 de octubre de 2008

Carmen

La figura se dibujaba en la sombra como un espectro, aunque a ella no le asustaba demasiado; le conocía, sabía quien era... sabía que era inofensivo. Se acerco lento, le tomó por la cintura llevándola hacía él y le besó tiernamente; obviamente a ella le divertía la situación, más qué por la ternura que imprimía en sus besos; le causaba gracia la inocencia que albergaba aquel grande y musculoso cuerpo de 40 años que ni el de ella con 18 alcanzaba a tener; por qué a diferencia de él, ella sí que conocía el deseo y la lujuria en todas sus formas.

Ese pequeño pecadillo de tetas voluptuosas, trasero firme y húmeda vagina lo enloquecían, no podía evitar lubricarse cuando la besaba y es que la pequeña putita sabía como restregarse contra él para tenerlo donde quería, nunca fue dueño de la situación hasta aquella noche. Carmen se puso de rodillas para saborear tan delicioso manjar ofrecido, lo tomo entre las manos y se lo llevo a la boca con tal desespero como queriendo beber agua para calmar su sed, hacia anillos alrededor de su prepucio, se tragaba todo aquel ejemplar de hombría, lo engullía y lo dejaba, acariciaba entre las nalgas haciendo que deseara más... que pidiera más; besó sus testículos, se deleitó a tal punto de besar su ano, de lamer alrededor y meter su lengua.

Enceguecido de placer la puso de pie, dando la espalda y tomándola fuerte del cabello la penetro brusca y violentamente, mientras ella dejaba escapar suaves gritos de dolor mezclados con placer a medida que el la castigaba tirando de estos, golpeando fuertemente sus suaves nalgas, mordiendo la espalda; había algo perverso en ella y retorcido en él. Entre más se la tiraba más obsesiva era la idea de matarla antes qué alguien más la tuviera. Ocultos tras las grises paredes del viejo edificio de la catedral; donde siempre se encontraban, ella se vino una, dos, tres veces mientras era penetrada; la hizo arrodillarse y le puso el pene en la boca dejando a Carmen tragarse el semen qué usualmente pasaba con el vino qué sacaba de la iglesia por que ella se lo pedía mamandoselo debajo de su sotana. Cuando llegó el momento la tomo bruscamente del cabello y poniendola de espaldas la penetró nuevamente; mientras se venía, el Padre Miguel la tomó por el cuello con fuerza y empezó a apretarla de tal manera que el brillo malévolo en los ojos de la joven se deshizo en las manos de aquel que en las mañanas le daba la bendición y en las noches la poseía.

lunes, 28 de julio de 2008

Emanuelle

Esa noche particularmente después de tanto verano, llovió; se oían caer las gotas sobre los techos, en la calle los autos trataban de esquivar el fuerte torrente. Pero eso para ella no era impedimento, no quería perder más tiempo. Abrió el closet, sacó unos jeans, su blusa favorita, esa que tenia el escote profundo en al espalda y unos tacones rojos. Se dio una ducha con agua caliente, esa noche sería especial así que uso esencias en el baño.

Se puso un sostén y unas bragas negras semitransparentes, aunque sabía que no las necesitaría, se vistió rápidamente… se sentó frente al tocador peinando su cabello y se maquilló, uso su lipstick rojo, mientras lo aplicaba sintió ese miedo que siempre la invadía; se miró en el espejo y vio su rostro un poco más delgado, una lágrima rodó por su mejilla y murió en sus labios, pensó en como dejó que la vida se el fuera sin hacer nada y ahora que anhelaba vivir con más fuerzas que nunca, el médico le había dicho que estaba desahuciada y no había nada que hacer, por eso abandonó el hospital para que quedarse allí, prefirió vivir con intensidad lo que le quedara de existencia; sabia que no tenía fuerzas suficientes para salir pero era hoy o nunca, en cualquier momento su cuerpo desfallecería y no quería morir sin saber siquiera su nombre.

Salió de su casa y tomó un taxi.

Entró allí buscándole desesperadamente con sus ojos… le vio en la barra, fue hacía allí; finalmente le tuvo en frente y pensó en por que había tardado tanto en acercarse, tanto tiempo viéndole desde el otro lado del salón, tanto tiempo anhelándole, queriéndole en silencio; como le hubiese gustado haber compartido más; más que aquella noche llena de lujuria y pasión… mas vida para estar allí a su lado. Se durmieron ya entrada la madrugada.

Emanuelle no supo cuando su corazón se detuvo, no supo que hora era… quizás soñó un túnel o una luz brillante, tal vez una voz que le llamaba; lo único cierto para ella esa noche es que fue feliz por que le entrego hasta su ultimo aliento a aquella Chica Egipcia que siempre amó. Murió sin nada que lamentar.

Anatomía de tu ser

Es domingo. Un día gris. Y mi cuerpo está tendido junto al suyo en la cama, ambos mirando hacia el techo envejecido. Siento su brazo rozar el mío -está tan cerca- mi piel se eriza, y pierdo la concentración, sigo el hilo de la conversación de forma mecánica.

Nada logra apartar de mi cabeza una pregunta que se atora en mi garganta, trata de salir, se detiene y regresa a mi estomago, que revolotea cuando siente su ser a milímetros de mi, causando que me estremezca por completo.

Doy una mirada a su rostro, lo recorro, me detengo en sus labios y regreso mis ojos a los suyos y me lanzo a decir lo que mi estomago guarda, lo que mi cabeza alberga, lo que mi garganta retiene.

Las palabras salen sin poder evitarlo por mi boca… uno, dos, tres, cuatro, cinco… veinte o quizás treinta segundos después logro reaccionar, mis ojos siguen fijos. Mi cuerpo ligeramente de lado se impacienta. Veo su lengua bordear los labios humedeciéndolos, como llamando a los míos, llamando a mi lengua a entrar en su boca. Sabe que es lo que mi garganta guarda.

Se acerca lento; cierro los ojos, su boca tibia y húmeda ya ha llegado a mí, recorre mi cuello, lo lame, lo muerde suavemente, respira, la siento explorar hacia otros lugares. Sus dedos se unen a ese conjunto que camina por mí, me erizo.

La ropa es un obstáculo para nuestras pieles; poso mi mano temblorosa en su pecho, acaricio sus senos suave y lento… solo una prenda separa nuestra completa intimidad.

Me acuesto mirando el viejo techo, me besa y baja lentamente de mis senos a mi cintura, recorriéndome, pasa por el ombligo, el vientre, la pelvis. Con sus manos retira ese último obstáculo y llega allí donde me hago más tibia… su lengua juguetea, entra y sale como sus dedos, cada vez me mojo más, me hace venir.

Regresa a mis labios y ahora soy yo quien se acerca; lamo sus senos, muerdo suave os pezones, beso su torso, voy a su pelvis. Cierro mis ojos, me poso en su sexo y sus piernas se contraen, pide más… paso mi lengua, mis labios, beso, lamo, chupo, acaricio.

Nuestros gemidos a unísono se hacen más fuertes, el contacto de ambos cuerpos desnudos se hace más tibio y se estremecen en un sólo espasmo acompañado de un suave grito orgásmico.

Abro mis ojos. Veo la escena. Evito pensar. La cabeza me da vueltas y trato de comprender ese encuentro casual. Vuelvo a sus ojos y sonríe mirándome fijamente de una forma malvada, obscena y casi premeditada; sus palabras hacen un eco que llega a mis oídos y mis ojos estupefactos no pueden más que mirar mientras de sus labios pintados color rojo carmesí se escapa un ¡SÍ!, como respuesta a mi pregunta.